Pase demasiado tiempo tratando de hacer feliz a muchos, incluyendo mi propio cuerpo. Mientras mi espiritu se hacia mínimo, se sentia agotado y se iba muriendo pedazo por pedazo, hasta que decidí ser la dueña de mis actos, estar sola sin contar con nadie más que con los que me vieron crecer. Mi familia.
Aprendí a tragarme la depresión y a volverla optimismo.
Aprendí a no callarme la verdad así me odien por ella.
Aprendí que al verdadero amigo no le importan las críticas si sabe que lo haces con amor y no con odio.
Aprendí a defender al ausente así no sea mi hermano.
Aprendí a curar mi cuerpo a través de mi mente y mi mente a través de mis actos.
Corriendo en contra de las agujas del reloj aprendí a disfrutar cada segundo de mi vida y que a través del tiempo Dios es maravilloso, tanto que todavia tenemos un mundo dónde habitar.
Un mundo que hemos hecho pedazos y que luego culpamos por las tragedias climáticas.
Entendí que los amigos son verdaderos cuando no buscan excusas para salir de tu vida. Se quedan y nadan contigo a través de cualquier tormenta. A veces tienen que nadar contigo en la espalda, otras veces aguantarte cuando tu mismo no te aguantas. No solo los ves en los malos momentos, los ves en todos los momentos. Son los que te envian canciones, los que lloran contigo, rien contigo, sueñan contigo. te apoyan cuando haces las cosas bien y te dicen lo que esta mal sin simulacros.
Soy lo que soy una caja llena de vida, emociones, miradas, soy una ola en constante movimiento.
Aprendí que me enamoro de imposibles para no arriesgarme con posibles.
Todos tenemos un amor o un gusto platónico es lo que nos mantiene niños. Soñando, esperando, entre otros detalles, descubrí que para encontrarme a mí misma debia quedarme sin nada y comenzar de cero más de una vez.
Y así sigo descubriendo cosas diario, que me ayudan a continuar en este mundo que a veces agobia.
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